Buenos Aires, Emecé, 1944. Traducción de Pedro de Olazábal.
Edición original en inglés: 1937.
Síntesis elaborada por ©Enrique Castaños.
19 de agosto de 1071: batalla
de Manzikert (al este de Turquía, en el antiguo Reino de Armenia), en la que el
turco Alp Arslan (1029-1072), bisnieto de Seljuk († ca. 1038, fundador de la
dinastía seljúcida), derrotó de manera decisiva a los bizantinos, cayendo
herido y siendo hecho prisionero el emperador Romano IV Diógenes. Anatolia se
perdió para los cristianos, quedando abierto el camino para entrar en Europa.
La Primera Cruzada fue por
vez primera predicada en Clermont-Ferrand por el Papa Urbano II en noviembre de
1095. Estuvo integrada por cuatro grandes fuerzas expedicionarias:
1.
El ejército
dirigido por Godofredo de Bouillon, al que acompañaba su hermano, Balduino de
Boulogne. Estaba formado por unos setenta u ochenta mil hombres. Partió el 15
de agosto de 1096. Siguió el camino romano del Danubio. Llegó a Constantinopla
en la semana de Navidad de 1096. Godofredo y Balduino fueron presionados y
obligados finalmente por el basileus Alejo I Comneno a guardarle
fidelidad. El basileus quiso aprovechar los contingentes cristianos en
su propio beneficio, sobre todo para recuperar Antioquía, pero asimismo hizo
todo lo posible por mantenerlos separados. En la segunda semana de abril de
1097 llegaron a un acuerdo.
2.
El dirigido por
el conde Raimundo IV de Tolosa (Raimundo de Saint Gilles), vasallo del rey de
Francia por Tolosa y el Languedoc y del emperador alemán por la Provenza. Este
ejército era algo mayor que el anterior. Su jefe era el más rico de todos los
grandes señores que participaron. Este cuerpo expedicionario llegó casi al
mismo tiempo que Bohemundo de Tarento, a través del N de Italia y de Iliria. Le
acompañaba Adhemar de Monteil, el legado papal, que era obispo de Le Puy (Le
Puy-en-Velay), en Auvernia.
3.
El ejército
constituido por los llamados “franceses del Norte”, cuyos principales jefes
fueron tres: el duque Roberto de Normandía, hijo de Guillermo el Conquistador; Esteban
de Blois, hijo del señor feudal de la Champagne, y que era cuñado de Roberto,
pues estaba casado con Adela, hija de Guillermo el Conquistador; el conde
Roberto II de Flandes, primo de Roberto de Normandía; Hugo, conde de Vermandois
(cuyo sobrenombre era Le Maisne el Joven), hermano menor de Felipe I de
Francia, que se unió a los expedicionarios en Constantinopla. También estaba
formado por unos ochenta mil hombres. Del Adriático, cruzaron los Balcanes
hasta Constantinopla.
4.
El llamado
“ejército normando”, pues fue organizado por poderosos señores de ascendencia
normanda que se habían apoderado del sur de Italia y de Sicilia durante las dos
generaciones que precedieron a la Gran Cruzada. Los aventureros normandos que
arrebataron el sur de Italia y Sicilia a los sarracenos, eran hijos de un noble
de la región de Coutances (en Normandía) llamado Tancredo de Hauteville († ca.
1041). El Papado terminaría reconociendo los esfuerzos de estos normandos contra
los griegos cismáticos, de tal modo que se convirtieron en señores feudales de
estos territorios sureños. Aunque vasallos del Papa, estos señores de Sicilia
fueron llamados reyes por resolución del propio Papa. El ejército
cruzado estaba dirigido por Bohemundo de Tarento (ca. 1054 – 1111), hijo de
Roberto Guiscardo, nieto de Tancredo de Hauteville y hermano de Roger I de
Sicilia. Entre otros caballeros, le acompañaba su sobrino Tancredo (hijo de
Emma, su hermana de padre). Este ejército era el menos numeroso pero también el
más compacto, y estaba compuesto por italianos del sur. Llegó poco después que
el de Godofredo. Había cruzado el Adriático, y, desde Durazzo (Dirraquio), en
la costa balcánica albanesa, había atravesado el camino romano por los Balcanes.
Bohemundo logró arrancar de Alejo I que le nombrase, una vez conquistada, señor
de Antioquía.
Las fuerzas expedicionarias
no emplearon naves para su traslado. Las razones son sobre todo cuatro: el gran
número de miembros; la dispersión, pudiendo llegar en cualquier momento y en
cualquier cantidad; las finanzas, es decir, la imposibilidad de poder fletar
tantas naves como eran necesarias; la resistencia de las huestes a ser
embarcadas.
Al final, todos juraron
fidelidad a Alejo I. La única excepción fue Tancredo, el sobrino de Bohemundo
de Tarento. Entre abril-mayo de 1097 ya habían cruzado el Bósforo. Ante la
ciudad amurallada de Nicea eran unos 300.000 los cruzados. De éstos, unos
100.000 quedaron en pie frente a Antioquía, deducidas las fuerzas que se
dirigieron a Edessa. Finalmente, ante Jerusalén llegaron entre 30 y 40.000, de
los que 1.500 eran caballeros. En Nicea perdieron seis semanas. La ciudad cayó
el 26 de junio de 1097. La ayuda bizantina fue determinante. La ciudad rindióse
al emperador, no a los cruzados. Esto los sublevó, aunque Bohemundo lo sabía.
El sultán turco no se encontraba allí entonces. Esta falta de previsión hizo
que un gran tesoro cayera en manos bizantinas.
[Todas las cifras aportadas
por Belloc, demasiado abultadas, copian sin análisis crítico las mencionadas por
las fuentes historiográficas medievales. Estas cifras han sido sensiblemente
reducidas por Steven Runciman en su Historia
de las Cruzadas, 1951-1954]
Desde Nicea los cruzados
atravesaron Anatolia, siguiendo en buena medida la calzada romana que iba desde
el NO hasta el SE. En principio se dirigieron hacia la llanura de Dorilea
(ciudad también conocida como Dorileo, Dorylaeum o Dorylaion, hoy la ciudad turca
de Eskhisheir, bañada por el río Porsuk o Pursaqchai). Los cruzados
avanzaban en dos grandes columnas: una, más hacia el norte, dirigida por
Bohemundo, su sobrino Tancredo y Roberto, el duque de Normandía; a unas dos
horas de marcha hacia el sur, iban Godofredo de Bouillon, Balduino de Flandes,
Raimundo de Tolosa y Hugo de Vermandois. Al desembocar la vanguardia de los
normandos en la llanura de Dorilea, el 1 de julio de 1097, viéronse
sorprendidos por los seljúcidas, que desde las nueve de la mañana los
hostigaron muy peligrosamente. Pudo Bohemundo avisar mediante mensajeros a la
otra columna, que llegó pocas horas después del mediodía. La batalla fue ganada
por los cruzados ese mismo día, al caer la tarde.
A continuación, el 4 de
julio, dirigiéronse hacia la fértil llanura de Iconio (Iconium). Esta ciudad
(Konieh, en turco; hoy, Konya) había sido devastada por los turcos. Desde
Iconium se dirigieron hacia Heraclea (Eregli), debiendo atravesar un desierto
que rodea la Montaña Negra, Kara Dagh (Karadag, 2271 m), en esa época del año
surcado sólo por el río Tsharshambe (Carsamba) (ver el II tomo del Gran Atlas
Aguilar, Madrid, 1970, pág. 204). Llegaron pasado un mes a Heraclea (Eregli), al pie de la
cadena montañosa del Tauro (Taurus). En Heraclea los turcos trataron de
resistir, pero fueron dispersados.
Después de Heraclea se
produce un cambio en la marcha de los cruzados. De tener la expedición un
carácter exclusivamente religioso, pasa a tenerlo también político. Algunos
grandes señores comenzaron a pensar en poseer extensos feudos en Oriente.
Tancredo intentó establecer un señorío en Cilicia (al SE de Anatolia). Su tío
Bohemundo acabó siendo príncipe de Antioquía. En cuanto a Balduino de Flandes,
establecióse como señor de Edessa. Trasladaron a Oriente su concepción feudal
de Occidente. El reino de Jerusalén sólo pudo mantenerse con la condición de
ser apoyado por vasallos. El condado de Trípoli, esto es, la larga franja
marítima de la costa siria, sólo mantuvo un lazo feudal con Jerusalén. Incluso
los grandes señores que dependían directamente del rey de Jerusalén (rey de
Palestina), adquieren cierta independencia feudal, sobre todo el señor del
castillo situado del otro lado del Mar Muerto, Kerak de Moab (Krak des
Moabites, en la actual ciudad de Al-Karak, en Jordania). Pero sería un error de
perspectiva histórica creer que los cruzados se condujeron desde entonces
motivados por la avaricia. El espíritu religioso nunca desapareció, ni siquiera
en Bohemundo de Tarento, aunque el ánimo de lucro y las ambiciones políticas
son incuestionables. También es cierto, argumenta Hilaire Belloc, que mantener
el control de Tierra Santa sólo era posible desde una posesión feudal del
territorio conquistado (tributos, vasallaje). El esfuerzo de los cruzados
fracasó debido a la distancia, al clima y a la escasez e inferioridad de los
refuerzos que recibían.
Desde Heraclea, el grueso de
las fuerzas rodeó el confuso macizo de montañas de la cadena del Anti Tauro por
el Norte, y se dirigió a la antigua Cesarea de Capadocia (Caesarea de
Capadocia; su nombre nativo era Mazaca; hoy es la ciudad turca de Kayseri).
Desde aquí penetró hacia el SO en el centro de las montañas armenias y luego
marchó hacia el sur, por las gargantas del río Djihar (el Pyramus de los
antiguos; hoy, Ceyhan), hasta salir a la llanura donde se halla la ciudad de
Marash (después, Maras; desde 1973, Kahramanmarash) (ver el II tomo del Gran Atlas
Aguilar, Madrid, 1970, pág. 204). La ciudad de Marash
fue entregada a Bizancio.
Pero, por algún motivo
difícil de explicar, Alejo I Comneno dudaba; no llegó a enviar refuerzos
suficientes hacia el este, lo que resultó fatal. Cilicia fue reocupada por los
griegos y después sostenida por los armenios (Reino de la Pequeña Armenia).
Toda la reconquista del Levante, desde el golfo de Alejandreta (golfo de
Iskanderun, por la ciudad turca homónima, la antigua Alejandreta, en el extremo
más NO del Mediterráneo) hasta el desierto egipcio, fue realizada por los
cruzados.
Las vacilaciones de Alejo I
Comneno motivaron la creación del primer gran Estado cruzado cristiano en
Oriente, el condado de Edessa, por Balduino de Boulogne, el hermano de
Godofredo de Bouillon. Fue a mediados de octubre de 1097 cuando Balduino de
Flandes separóse de su hermano. Adoptado primero por Thoros († 9 marzo 1098),
el jefe armenio de Edessa, hízose con el completo control de la ciudad en marzo
de 1098, dominando todas las colinas que se extienden al este y al oeste del
curso superior del Éufrates (Edessa se llamó después Urfa por los turcos,
aunque su nombre oficial es Sanliurfa).
Paralelamente al desvío de
Balduino, el grueso del ejército cruzado salía de Marash y marchaba hacia
Antioquía.
En su camino hacia Antioquía,
los cruzados dejaron a un lado Aleppo. Esta decisión sería fatal en el futuro.
Es una de las causas del fracaso de la Cruzada, junto con la incapacidad
posterior, en 1148, frente a Damasco. Para comprender lo que decimos hay que
saber que la franja de Siria es la que comunica el norte y el este musulmán
(desde el Indo hasta el este de Anatolia, pasando por el N de Mesopotamia) con
el sur (Egipto, el N de África y España). La franja de Siria, esquemáticamente,
está comprendida entre la costa mediterránea y el desierto. Controlar todo este
angosto cinturón sirio era decisivo. La clave está en la disponibilidad de agua
potable. El corredor sirio se divide en tres fajas paralelas: a) la cadena de
montañas costera y la llanura; b) el valle interior, por donde discurren, de
norte a sur, el Orontes, el Litani y el Jordán [el río Orontes atraviesa el
oeste de Siria y desemboca en el Mediterráneo muy cerca de Antioquía (Antakya).
Al sur del actual Líbano discurre el río Litani, que desemboca un poco al norte
de Tiro (en árabe, Sur)]; c) la cadena de montañas a orillas del desierto, zona
salpicada de ciudades clave: Aleppo, Hamah, Homs (Emesa) y Damasco.
El primer camino corría al
lado mismo de la costa, entre el mar y la faja costera, uniendo los puertos de
esa costa. Este camino es difícil desde la desembocadura del Orontes hasta
Laodicea (Latakia). Desde aquí hasta Monte Carmelo (justo al sur de San Juan de
Acre), es más fácil, aunque se ve interrumpido por los contrafuertes montañosos
que entran en el mar. Desde Monte Carmelo hasta las arenas egipcias el camino
es fácil.
El segundo camino seguía
naturalmente el valle central, profusamente regado por el Orontes y el Jordán.
Este camino no es tan continuo como parece. La zona norte, donde se hallan
Hamah y Homs (Emesa) está bien regada. El curso del Jordán es inapropiado para
viajar, salvo el tramo hasta el Mar de Galilea (Lago de Tiberíades). En la
práctica se combinaba el uso de ambos caminos, el de la costa y el de los ríos.
El tercer camino seguía la
orilla del desierto. Estaba salpicado de ciudades, que se abastecen de los
torrentes y cursos de agua que bajan de la segunda cadena montañosa, entre el
valle de los ríos y el desierto. Este tercer camino es en todo su recorrido una
excelente ruta abierta. Desde Aleppo, pasando por Hamah y Homs (Emesa), llega a
Damasco. Desde Homs se bifurca: un camino costea el Anti Líbano y el otro sigue
el curso del Orontes aguas arriba y el curso superior del Litani. En Damasco
confluyen, volviendo de nuevo a bifurcarse: uno atraviesa el país de Moab (al
este del Mar Muerto) hasta Akaba (Aqaba) y el otro tuerce hacia el este dirigiéndose
a Medina y La Meca.
El principal fracaso de las
Cruzadas fue que la Cristiandad se apoderó del primer camino, la costa
marítima, sólo dominó en parte y en forma incompleta el segundo, el valle de
los ríos, y no se apoderó del tercer camino: el que costea el desierto
(desde Aleppo hasta Damasco y Akaba).
Para dominar ese tercer
camino, según Belloc, debería haberse tomado Aleppo, y, después, Damasco. Las
consecuencias de este error sentenciaron las Cruzadas. La carencia de un plan
estratégico general, la concepción feudal de la guerra y las divisiones
internas entre los grandes señores, especialmente Bohemundo de Tarento y
Raimundo de Tolosa, por el control de Antioquía, explican la no ejecución de
ese plan. La conquista de Damasco era más importante que la de Aleppo. La
posición geográfica y estratégica de Damasco en el corredor sirio es decisiva.
Era un punto medio entre el norte, el sur y el oeste; estaba protegida por una
cadena montañosa y estaba bien abastecida de agua.
Al llegar los cruzados Antioquía
tendría unos 100.000 habitantes, la mayoría aún cristianos, y estaba protegida
por una fuerte muralla. El gobernador era el turco Yaghi-Siyan. Al norte
discurría el Orontes y al sur se erigía el monte Silpius. La ciudad ocupaba el
lugar entre ambos accidentes geográficos. Los cruzados que llegaron a sus
murallas serían también unos cien mil.
El 20 de oct de 1097
atravesaron el Orontes por el puente fortificado llamado “Puente de Hierro”, al
E de la ciudad. El camino que conducía a la desembocadura del Orontes, en el
puerto de San Simeón, estaba al W de la ciudad, junto a la Torre de las Dos
Hermanas. Se construyó un blocao (caseta o barracón de madera) para dominar el
Puente de Hierro. Los campamentos se extendían desde la Puerta de San Pablo, de
donde sale el camino hacia Aleppo, hasta más allá de la Puerta del Perro. El
puente de barcas construido por los turcos, fue tomado por los cruzados. A
finales de nov construyóse la Torre de Malgerard, al E, a fin de evitar ataques
de la guarnición turca por ese flanco, donde se situaba la garganta del
torrente Onopnicles. La prolongación del sitio hizo que el hambre y el desánimo
cundieran entre los cristianos. El 8 de feb de 1098 los mahometanos, al mando
del emir de Aleppo, intentaron una acción desde el exterior, desbaratada por
Bohemundo que ocupó el angosto istmo entre el lago de Antioquía (al N) y el
Orontes. Desde ese momento el sitio tomó un giro más regular. Se construyó el
mencionado blocao. El 19 de marzo de 1098 terminóse de construir el castillo de la Mahomerie (castillo de
Raimundo), frente al puente fortificado, al NO. De este modo se controlaba
mucho mejor la entrada de víveres a la ciudad sitiada. En abril se concluyó la
Torre de Tancredo, casi enfrente de la Torre de las Dos Hermanas de la muralla,
con lo que se vigilaba ahora el lado W y quedaba así cercada toda la ciudad.
Pero la ciudad cayó por la
traición de uno de los sitiados, un tal Firuz (Firouz), quizás armenio,
descontento con el gobernador, y que era responsable de la Torre de las Dos
Hermanas. Firuz entendióse en secreto con Bohemundo. Mientras tanto, el
gobernador (= atabek o atabeg) turco de la provincia de Mosul,
llamado Kerbogha o Kerbuga, se aproximaba con un poderoso ejército de refuerzo.
La traición consumóse en la noche del 2 al 3 de jun de 1098. La ciudad fue
ocupada por los cristianos durante esa madrugada.
Lo que quedaba de la
guarnición turca refugióse en la ciudadela situada en la cima del monte Silpius.
Por la mañana, el día 3 de junio, el gobernador de la ciudad, Yaghi-Siyan,
huyó, aunque rápidamente fue muerto por unos armenios de los alrededores. El 7
de junio llegaron los de Kerbogha, que sometieron la ciudad a un asedio que se
prolongó poco más de tres semanas. El 28 de junio de 1098 tuvo lugar, en campo
abierto, la batalla de Antioquía, con una completa victoria de los cruzados. La
ciudadela se rindió. Esta batalla decidió la suerte de la Siria marítima, de
igual modo que la anterior victoria cristiana en Dorilea había decidido la
suerte de Anatolia.
La disputa entre Bohemundo de
Tarento y Raimundo de Tolosa por el control de Antioquía, iba a retener a los
cristianos cerca de seis meses, desde fines de junio de 1098 hasta mediados de
enero de 1099. A ello hubo que sumar la defección del basileus Alejo,
bien por timidez, por desconfianza o por falta de recursos. Su falta de apoyo
fue fatal para los cruzados. El envío de Hugo de Vermandois a Constantinopla no
sirvió para convencer al emperador. La actitud de Bohemundo venía de antes, de
enero de 1098, ya que estaba obsesionado en que el basileus lo nombrase
señor de Antioquía, aunque feudalmente vinculado a Bizancio. Con astucia,
Bohemundo engañó al emisario bizantino, Tactikeos, haciéndole creer que los
cristianos pensaban que los bizantinos estaban en connivencia con los turcos.
Raimundo resistióse lo que pudo a perder el control de Antioquía (no sólo se
mantuvo en poder de la puerta del río y del fuerte anejo, Brücken Castell, sino
también del palacio gubernamental, Kaiserpalast). En abril de 1099, cuando el basileus
decidióse a enviar refuerzos, la posición de Bohemundo era ya sólida en
Antioquía, perdiéndose así una parte importante del ejército cruzado para
continuar la expedición. La muerte del legado papal, Adhemar, el 1 de agosto de
1098, dificultó encontrar una solución al conflicto entre ambos grandes
señores.
La posición de Raimundo
reforzóse momentáneamente cuando un soldado suyo, Pedro Bartolomé, poco después
de iniciado el sitio de Kerbogha (que había comenzado el 4 de junio de 1098),
dijo haber tenido una visión, según la cual la Santa Lanza con la que Longinos
hiciese una herida en el costado de Cristo en el Calvario, se hallaba en la
iglesia de San Pedro de la ciudad. La supuesta reliquia encontróse, dando ello
alas a Raimundo, aunque finalmente hubo de ceder a las pretensiones de
Bohemundo. Los cruzados fueron, además, incapaces de tomar la decisión
estratégica adecuada, que hubiera sido marchar contra Damasco. Tampoco sirvió
de mucho la toma de Maarrat (Marra para los cruzados; hoy, Maarrat al-Nu’man o
Maarat an-Numan, al SO de Aleppo), en un segundo asalto, por las tropas de
Raimundo el 11 de dic de 1098, después de haberse reunido en consejo los jefes
de los cruzados, el 5 de nov, en la iglesia de San Pedro (aunque de esta reunión
no salió decisión alguna). La conquista de Maarrat podría haber dificultado la
comunicación musulmana entre Aleppo y Damasco.
La parálisis a la que se
había llegado en Antioquía fue superada gracias a la sublevación de las tropas
contra sus jefes, conminándolos a que tomasen el camino de Jerusalén. Cometióse
entonces el desatino de abandonar Maarrat. El primero en ponerse en camino, a
mediados de enero de 1099, fue Raimundo de Tolosa, al que le siguieron
rápidamente Roberto II de Flandes y Godofredo de Bouillon. El camino seguido
fue el de la costa. Primero llegaron a la fortaleza llamada Castillo de los
Kurdos, en el valle del Orontes, construida por el emir de Aleppo y que después
sería el Crac de los Caballeros. A principios de febrero, tanto el gobernador
de Homs (Emesa) como el de Trípoli, les rindieron tributo y evitaron el
enfrentamiento. La plaza de Arqua (Arqa o Archas, al NO del actual Líbano), al
NE de Trípoli, sí se resistió (finalmente, el sitio, iniciado el 14 de febrero,
hubo de ser levantado el 13 de mayo). El puerto de Tortosa (Tartus), al N de
Trípoli, fue también ocupado, convirtiéndose en un excelente punto de
desembarco de víveres. Abandonar Arqua y emprender de nuevo el camino a
Jerusalén fue sobre todo decisión de Godofredo, quien desde entonces adquirió
un renovado prestigio, llegando con el tiempo a ser elegido Defensor del Santo
Sepulcro. A este cambio de primacía siguió también una política de pacto con
los pequeños caudillos mahometanos independientes que salpicaban la región. El
tributo pagado por Banu Ammar, gobernador de Trípoli, fue seguido por el jefe
local de Biblos (Byblos; durante las Cruzadas, Gibelet o Gibilet; hoy, Jbail).
Desde Trípoli marcharon hacia Beirut; desde aquí a Tiro, llegando después a
Cesarea (Cesarea Marítima), más allá del Monte Carmelo. En Cesarea celebraron
la Pascua de Pentecostés (quincuagésimo y último día del Tiempo de Pascua,
inmediatamente después del día de la Ascensión). Desde Arsuf, en la costa,
comenzaron a penetrar en el interior, llegando pronto a Ramleh, a unas doce
millas de Jerusalén. Dejaron en Ramleh una guarnición, además de fundar un
obispado, a cargo de un clérigo normando de Rouen, nombrado señor feudal de
Ramleh y la pequeña villa próxima de Lydda. El 7 de junio avistaron la Ciudad
Santa. Tancredo, el sobrino de Bohemundo, y otros exploradores visitaron Belén,
enarbolando un estandarte en la iglesia de la Natividad. El cerco a Jerusalén
se dispuso en una semana. Los principales señores eran Godofredo de Bouillon,
Raimundo IV de Tolosa, Tancredo (sobrino de Bohemundo de Tarento), Roberto II
de Flandes, Roberto de Normandía y Eustaquio III de Boulogne, hermano de
Godofredo y de Balduino de Boulogne (que se había quedado en Edessa).
El cerco de los cruzados a
Jerusalén dejó desguarnecidos los costados Este y Sureste, por la imposibilidad
de acceso debido a los empinados barrancos. A mediados de junio emprendióse un
ataque precipitado que fracasó. El principal problema del sitio a la ciudad era
la falta de agua y de madera. La plaza estaba defendida por Iftikhar al-Dawla,
gobernador fatimita que contaba con la ayuda de negros sudaneses y de árabes.
También a mediados de junio dos galeras genovesas fondearon en Jaffa,
llevándoles víveres y madera para construir torres móviles y catapultas. El
asalto principal tuvo lugar la noche del 13 al 14 de julio. Todo el día 14
prosiguió el ataque y no fue hasta el 15 por la mañana que los cristianos
abriéronse paso por la cornisa de una torre hasta lo alto del muro. Parece ser
que los primeros fueron dos flamencos, seguidos por Godofredo y su hermano
Eustaquio. Simultáneamente, tomóse la Puerta de San Esteban. Al entrar los
cristianos la guarnición se atrincheró en la zona del Templo, donde estaba la
Cúpula de la Roca, llevándose a cabo una matanza general que duró todo el día
15 y el 16 hasta la caída de la tarde (los únicos musulmanes que se salvaron
fueron el gobernador y su guardia personal, que el día 15 por la tarde, cuando
vio que todo estaba perdido, negoció rápidamente con Raimundo de Tolosa, desde
la Torre de David donde se había refugiado, abandonar la ciudad a cambio de un
gran tesoro, saliendo escoltado hasta las afueras, desde donde se dirigió a
Ascalón). Esta carnicería fue un gran error político, además de no ser nada
útil. Fue un duro golpe a la política pactista que se había seguido durante el
avance por la costa siria y fenicia hasta Monte Carmelo. Lastró, sin duda, la
presencia cristiana en Tierra Santa.
Las nuevas posesiones de los
cruzados lograron mantenerse hasta mediados del siglo XII, en buena medida por
la creación de una Monarquía, el Reino de Jerusalén, siguiendo el modelo de las
monarquías feudales del Occidente europeo. Los grandes vasallos de ese reino,
sus feudatarios, eran de facto independientes. Sobre todo se trataba de tres
territorios, que se llamarían Condado de Edessa, Principado de Antioquía y
Condado de Trípoli. Desde el punto de vista logístico y estratégico, Edessa
estaba demasiado lejos de Jerusalén. Antioquía rivalizaba con Trípoli y con
Bizancio. No haber conquistado Aleppo y Damasco, como hemos visto, resultó
fatal a largo plazo. El nuevo Estado cruzado, con esos cuatro territorios,
siempre se vio amenazado por los musulmanes. Otros factores jugaron un papel
contradictorio: la rivalidad entre las nuevas Órdenes militares, los barrios
casi autónomos de comerciantes italianos y las multitudes de peregrinos
desorganizadas que requerían protección. A ello se añade la lejanía del Estado
cruzado del Occidente, de las repúblicas italianas y de Francia. El mantenimiento
de ese Estado, según Belloc, se debió, pues, a la creación de la Monarquía, una
institución desconocida entre los mahometanos, y que en Occidente procede
directamente de la antigua Roma. Junto a esa institución, también
intervinieron, pese a lo manifestado anteriormente, tres factores en su ayuda:
la presencia de los mercaderes italianos, las Órdenes militares y el poder
gálico de asimilación. La unidad musulmana que se opuso por último al Estado
cruzado y lo destruyó en Hattin (1187) fue un accidente debido a la sucesión
casual de dos personalidades enérgicas: Zengi (Imad ad-Din Zengi, ca. 1085 –
1146) y Saladino (Saladin, 1137 – 1193), que no estaban relacionados ni por
sangre ni por raza. Los sucesores de Saladino destruyeron su herencia, pero él
tuvo tiempo de destruir el Estado cruzado y expulsar a la Cruz de Jerusalén. La
necesidad de la monarquía se manifestó a la muerte de Godofredo de Bouillon (18
julio 1100), quien no consintió en ser rey, sino Advocatus Sancti Sepulchri (Defensor del Santo Sepulcro). La
fortaleza del principio monárquico llegó cuando Balduino de Boulogne fue
coronado como rey de Jerusalén, el día de Navidad de 1100, en la Basílica de la
Natividad en Belén.
El apoyo de los mercaderes
italianos, de Pisa, Génova y Venecia, fue decisivo para que el Estado cruzado
se mantuviese hasta su desaparición en Hattin. El intercambio comercial entre
Oriente y Occidente se desarrolló de manera muy notable, obteniendo grandes
beneficios las repúblicas marítimas italianas, pero también el Reino de
Jerusalén, que gracias a este apoyo financiero pudo mantenerse en pie a pesar
de los enemigos que lo acechaban. El uso de casi doce puertos en la costa del
Levante, desde Alejandreta hasta Jaffa, fue en parte posible porque los puertos
eran más profundos en el siglo XII que siglos después, por el poco calado de
las naves y porque muchas veces se usaban las playas en vez de los propios
puertos. El abrigo que proporcionaban a las naves los grupos de islas o de
rocas que salpican la costa siria, también hay que tenerlo en cuenta.
Otro factor relevante para
explicar el sostén del Estado cruzado durante el siglo XII, fue la creación de
las Órdenes Militares. La primera fue la de los Hospitalarios, cuyo origen está
en la asistencia a los peregrinos que acudían a Tierra Santa, incluso antes de
la Primera Cruzada. Terminaron organizándose en una Orden con estrictas reglas
y asumieron los tres votos monásticos de pobreza, castidad y obediencia. Sobre
la armadura usaban una especie de hábito al que iba cosida una cruz blanca.
Ningún miembro de la Orden Hospitalaria tenía fortuna privada. De esta Orden se
separó una rama, menos de un cuarto de siglo después de la toma de Jerusalén,
que dio origen a la Orden del Temple, esto es, los Templarios o Caballeros del
Templo, llamados así porque el rey de Jerusalén les ofreció el recinto del
templo como sede principal. El hábito era blanco, con una cruz roja. Ambas
Órdenes recibían grandes donaciones, además de los tributos que percibían de
sus propias tierras. Comenzaron a desempeñar el papel de banqueros. Compraron
también señoríos de varios grandes castillos, sobre todo el de Markab (= Margat
= Qalaat Marqab, en la costa siria, entre Laodicea al N y Tortosa al S), en el
Norte. Otro castillo que compraron fue el Castillo de los Kurdos, esto es, el
Crac de los Caballeros (Krak des Chevaliers), un poco en el interior, dominando
el camino que llevaba a Trípoli, especialmente desde Homs (Emesa). Después de
la caída de Jerusalén en 1187 creóse la Orden Teutónica, integrada por los
alemanes que habían participado en la Tercera Cruzada. Su papel principal fue
la conservación de la frontera cristiana alemana contra los paganos de
Lituania, en el Este. Su disolución durante la Reforma Protestante dio origen a
Prusia.
Otro factor nada desdeñable
es la incuestionable superioridad de la caballería cristiana. Pero los
caballeros, con sus robustos caballos y sus pesadas armaduras y mallas
metálicas, eran escasos; además de disminuir en número y no poder ser
convenientemente repuestos, carecían del imprescindible apoyo de un buen cuerpo
de infantería. De ahí el papel crucial de las grandes fortificaciones del
Estado cruzado, que debían estar una de otra a un día de marcha a caballo.
Las disputas entre los
señores existieron. Recordemos las que hubo entre Balduino de Boulogne y
Tancredo, el sobrino de Bohemundo de Tarento, o entre Raimundo de Tolosa y los
sucesores de Godofredo de Bouillon. Otros jefes regresaron a Occidente, como
Hugo de Vermandois y Esteban de Blois.
La importancia de las
fortificaciones cruzadas en Palestina, así como la técnica de ingeniería
militar con que fueron construidas, ha sido muy bien estudiada por el
arqueólogo y oficial británico Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia, 1888
– 1935), quien en 1910 presentó en Oxford un trabajo célebre, The influence
of the Crusades on european military architecture, publicado después de su
muerte con el título de Crusader Castles. Su conclusión es que el
típico castillo medieval surge simultáneamente en Francia y en la Siria del
Estado cruzado del siglo XII. Además de los citados, merecen destacarse el de
Toron (= Tebnine = Tebneen), terminado en 1105, al sur del actual Líbano, en el
camino de Tiro a Damasco, y el castillo de Montreal, en el valle de Araba, que
sigue el camino hacia el Mar Rojo, desde Moab hacia el Sur (concretamente, al O
de Jordania, en la ciudad de Shoubak), construido en 1115. Tierra Santa,
Galilea y todo el país al sur de Hermon (la región situada entre Tiro y
Damasco), la costa fenicia y todo el territorio hasta Latakia (Laodicea, en la
costa del Principado de Antioquía), estaban salpicados de fortificaciones.
La superioridad militar de
los caballeros cristianos y la anarquía en que estaba sumido el mundo musulmán
en Tierra Santa y alrededores, fueron determinantes para que se mantuviese el
Estado cruzado. A ello se añade la impotencia del poder fatimí en El Cairo.
Instaurar la monarquía en Palestina no era fácil. Godofredo de Bouillon aceptó
el cargo de jefe, pero no llevó el nombre de rey. Murió el 18 de julio de 1100.
La creación de aquel Estado fue muy complicada. El puerto de Ascalón, cerca ya
de Egipto, no pudo ser conquistado y quedó en manos musulmanas. Ni Raimundo IV
de Tolosa ni Roberto de Normandía quisieron ayudar a Godofredo en tomar la
plaza. Ambos regresaron a sus feudos occidentales. Tancredo sí se quedó; ocupó
Galilea y estableció la capital en Tiberíades (Tiberias, junto al Mar de
Galilea). Al principio, sólo dos puertos cayeron en manos cristianas: Haifa
(Cayphas o Caiphas, justo al sur de San Juan de Acre y junto a la zona del
Monte Carmelo) y Jaffa (Joppe o Joppa, un poco más al sur de Cesarea Marítima y
de Arsuf). La parálisis musulmana acentuóse por la disputa entre Bagdad y El
Cairo. En el otoño de 1100 fue elegido un nuevo jefe, Balduino de Boulogne,
señor de Edessa y hermano de Godofredo. El día de Navidad de ese año fue
coronado como primer rey cristiano de Jerusalén con el nombre de Balduino I,
cuyo reinado se prolongó hasta su muerte, el 2 de abril de 1118. El condado de
Edessa entregóselo a su primo, Balduino del Burgo (Baldouin du Bourg). En 1101
un nutrido contingente cristiano, dividido en tres cuerpos de ejército, llegó a
Constantinopla y de aquí a Anatolia con el fin de ayudar al Estado cruzado. En
total, unos cien mil hombres. Esta expedición acabó en un auténtico desastre.
Raimundo de Tolosa, que la integraba, logró salvarse, regresando a
Constantinopla desde Sínope. El señor feudal de Nevers fue aniquilado en el
Tauro. El más numeroso cuerpo de ejército fue aniquilado en Heraclea, en agosto
de 1101, escapando con vida el duque de Baviera y Guillermo IX de Aquitania
(1071 – 1127), abuelo de Leonor de Aquitania. Este desastre dejó indecisa la
situación en Siria. Otras desgracias se sucedieron, como la captura durante dos
años de Bohemundo, sustituyéndole su sobrino Tancredo en el gobierno de
Antioquía, que resistió la presión mahometana y la rivalidad de Edessa. En
cuanto a Raimundo de Tolosa, logró hacerse con el condado de Trípoli. A su
muerte, a principios de 1105, el condado se lo disputaron un primo suyo,
Guillermo de Cerdeña, y su hijo, Beltrán. Raimundo se había apoderado de Biblos
en 1104, aunque no pudo conquistar Trípoli. Antes de llegar Beltrán de
Occidente, Guillermo de Cerdeña tomó la ciudad de Arqua (Arqa = Archas). La
disputa entre ambos hubo de resolverla Balduino I de Jerusalén, que concedió
Trípoli y la parte costera meridional a Beltrán, el legítimo heredero, y
Arqua y la zona septentrional a
Guillermo de Cerdeña.
Balduino I revelóse como un
gran gobernante, rápido en la decisión y en la acción, y con un agudo sentido
político. Cuando gobernaba Edessa casóse con la hija de un jefe armenio, Arda,
pero al convertirse en rey la repudió, casándose con Adelaida, viuda de Roger I
de Sicilia y madre de Roger II. Esta segunda unión no fue bien vista por los
normandos de Sicilia, forzándole al divorcio (la Iglesia, que lo acusó de
bigamia, anuló este segundo enlace). Adoptó algunas de las costumbres sirias y
gozó del respeto de los divididos señores mahometanos. En los cuatro años
siguientes a la toma de Jerusalén fueron ocupados las plazas y puertos de
Haifa, Jaffa, Arsuf (Arsouf) y Cesarea Marítima. Tortosa (Tartus) cayó a principios de 1102, gracias al apoyo genovés;
Acre (Akko) y Biblos en 1104; Trípoli el 12 de julio de 1109. Beirut fue
asaltada en 1110.
Al morir Guillermo de Cerdeña
en 1110, Beltrán de Tolosa hízose con todo el condado de Trípoli, desde Tortosa
hasta Beirut. El reino de Jerusalén quedó dividido en cuatro zonas: el reino
propiamente dicho (el gran centro político-religioso), el principado de
Antioquía (el más rico), el condado de Edessa (el más extenso) y el condado de
Trípoli (el más fértil). Toda la franja oriental, donde está el desierto,
quedaba abierta y siempre estuvo bajo control musulmán.
Al morir Balduino I en abril
de 1118, sucedióle su primo Balduino del Burgo, que regentaba Edessa. El apoyo
que tuvo de Joscelino (Joscelin) de
Courtenay, con quien estaba enemistado, fue determinante en la elección.
Balduino II, como se conoce al segundo rey de Jerusalén, estaba casado con la
armenia Morfya de Malatya, quien le dio tres hijas, la mayor Melisenda
(Mélisende). Los tres hechos principales del reinado fueron la salvación de
Antioquía, la toma de Tiro (el asedio comenzó el 15 de octubre de 1124,
izándose el estandarte real el 7 de julio de 1125) y un intento fracasado de
conquistar Damasco. El intento de tomar Damasco se fraguó gracias a la
oportunidad que ofrecía una nueva división religiosa entre los musulmanes,
concentrándose la nueva herejía en Damasco. Debido a la crónica insuficiencia
numérica de los cruzados, el rey envió a Francia a Hugo, el Gran Maestre de los
Templarios, con el fin de reclutar tropas. No fueron bastantes. A pesar de que
los herejes habían entregado a los cristianos, por traición, el castillo de
Banias, al NE del Mar de Galilea, la expedición contra Damasco fracasó por
completo. Balduino II murió el 21 de agosto de 1131. Cuando falleció, a pesar
de haber consolidado el Estado cruzado, se cernía ya la amenaza de un poder
musulmán unido en Siria, cuya primera muestra fue la aparición del caudillo
Zengi (1087-1146), atabeg de Mosul en
1127 y de Aleppo en 1128.
El tercer rey cristiano de
Jerusalén fue Foulque V de Anjou (1092 – nov 1143), que se había casado con
Melisenda, la hija de Balduino II. Sólo sufrió una derrota grave, cuando se
rindió a Zengi en Montferrand (Mons Ferrandus, al NO de Homs), en el verano de
1137. Los orígenes de la Casa de Anjou los resume Hilaire Belloc en las págs.
251-253 de su libro. La madre de Foulques V, Bertrade de Montfort, se unió
maritalmente, entre 1092 y 1104, con el rey Felipe I de Francia. Foulques V de
Anjou era el bisabuelo de Ricardo Corazón de León, y, por tanto, abuelo de
Enrique II Plantagenet. Antes de ser rey de Jerusalén, ya había sido Foulques
conde de Anjou y de Maine. El basileus Juan II Comneno (emperador de
Bizancio entre 1118 y 1143) sí trató de unir esfuerzos con el Reino de
Jerusalén, pero los cruzados dudaron y temieron por la independencia de que
gozaban en Siria y en Palestina. Juan II Comneno aseguróse primero el dominio
de Anatolia; después pretendió conquistar Antioquía para Bizancio, y, en 1137
propuso a los señores de Antioquía apoderarse de Aleppo. Pero en la noche del
11 al 12 de mayo de 1138 se levantó el sitio de Shaizar (Schaizar = Saijar =
Larissa, al NO de Hamah, entre Hamah y Apamea). Todavía, sin embargo,
continuaba Juan II Comneno queriendo su alianza con Jerusalén. Fue entonces
cuando Zengi aprovechó la incipiente debilidad de los cristianos y comenzó a
unir a las fuerzas musulmanas. Foulque de Anjou, como rey de Jerusalén, mantuvo
una política de protección hacia Damasco, a fin de mantener divididos a los
mahometanos, pero a la larga resultó fatal. La conquista de Damasco era clave,
pero nunca se consiguió. Después de la accidental muerte de Foulque, un
poderoso contingente de cristianos venidos de Occidente, intentaron
infructuosamente tomarla. Edessa se perdió en 1144.
A fines de 1143 el Reino de
Jerusalén, organizado como Estado feudal, abarcaba de 650 a 800 km de largo.
Ocupar el mayor número de castillos y el que estos estuviesen lo más próximos
posible, era fundamental tanto para los cristianos como para los musulmanes. El
Condado de Trípoli era el territorio cruzado más cohesionado de todos. La zona
menos consolidada era el poco fértil extremo sur, entre el Mar Muerto y Egipto.
El castillo de Kerak de Moab, al SE del Mar Muerto, estuvo siempre en manos
cristianas y jugó un papel clave en el control del camino a Egipto,
dificultando, a su vez, las comunicaciones entre el norte y el sur de la franja
de Siria por el desierto. El punto fortificado extremo meridional de la costa
era Daron (Darum), al sur de Gaza. El Reino de Jerusalén propiamente dicho,
dependiente directamente del rey, estaba dividido en 16 feudos, cuatro de ellos
baronías importantes: el puerto de Jaffa, la fortaleza de Kerak de Moab, el
puerto de Sidón y la región de Galilea, con el lago Tiberíades. Al N de Beirut
el vínculo feudal era ya más débil, y así mientras más lejos de la capital,
Jerusalén. El Principado de Antioquía estuvo casi cincuenta años en poder de
los príncipes cristianos occidentales; después, la retuvieron
intermitentemente, pues a veces parte del territorio cayó en manos de Bizancio.
Después de la caída de Jerusalén en 1187, pasó a manos de los armenios. El
Condado de Edessa fue el primero en caer en poder de los musulmanes, en 1144.
Como ya se ha dicho, el Reino de Jerusalén se mantuvo gracias a tres ayudas: la
riqueza de las ciudades portuarias marítimas, el renovado entusiasmo de los que
llegaban de Occidente y las Órdenes Militares, Templarios y Hospitalarios. La
Segunda Cruzada ya estuvo lastrada por la rivalidad entre el emperador alemán y
el rey francés. La Tercera aún estaría más marcada por las rivalidades
dinásticas entre los reyes participantes, imperando los intereses particulares
sobre los generales de la Cristiandad. De hecho, esta rivalidad entre los
Plantagenet y los Capeto no sólo debilitaría mucho la presencia cristiana en
Siria, sino que expulsaría a los Plantagenet de buena parte de Francia después
de la Tercera Cruzada, provocando, una vez muerto el esfuerzo cruzado, la
devastadora Guerra de los Cien Años.
No obstante, Hilaire Belloc
no ve en los mencionados intereses dinásticos particulares la principal causa
del debilitamiento del Estado cruzado, sino en el efecto del clima y en el
mestizaje de los occidentales con sirios y armenios, que desnaturalizó al grupo
de los caballeros cristianos occidentales en Oriente.
La política mantenida por el
Reino de Jerusalén con la ciudad portuaria de Ascalón, al N de Gaza, era
representativa de la relación que se quería tener con el Egipto fatimí, por si
era necesario recurrir a él frente a Bagdad y el territorio controlado por
Zengi. Los cuatro grandes poderes, entre 1143-1144, eran el Estado Cruzado, la
vasta región controlada por Zengi (con Bagdad, Mosul y Aleppo), el emirato de
Damasco y el Egipto fatimí. Ascalón cayó en manos cristianas en 1153, conquistada
a los egipcios por el hijo de Foulque de Anjou.
La pérdida de Edessa en 1144
la atribuye en buena medida Belloc al carácter de su príncipe, Joscelin II de
Courtenay, hijo de Joscelin I (éste se hizo con el gobierno de Edessa en abril
de 1118). La madre de Joscelin II era una armenia, y él mismo no era ni
enteramente armenio ni tampoco francés occidental. Poseía dos grandes defectos:
no dominaba su comportamiento sensual y fomentaba la intriga por la intriga, en
lugar de fijarse un objetivo concreto aun valiéndose de ella. Por si fuera
poco, tampoco vivía en Edessa; prefería el lujo de las orillas del Éufrates. No
estaba, pues, en contacto estrecho con la guarnición militar. Prefería la
seguridad que le ofrecía la fortaleza de Turbessel. De otro lado, cuando se
produce el ataque de Zengi a Edessa, a finales de 1144, el Reino de Jerusalén
estaba en una situación de debilidad: desde nov de 1143 la regente era
Melisenda, pues el rey, su hijo Balduino III, contaba sólo trece años. Zengi
era consciente de la debilidad de Edessa y de Jerusalén. Supo aglutinar
partidarios. El primer golpe contra Edessa lo dio el 28 de nov de 1144. Un mes
después los musulmanes conquistaron la ciudad. A pesar de su crueldad, Zengi
respetó la vida de los cristianos sirios, asesinando a cuantos occidentales
encontraba, a fin de indisponer a los cristianos de Occidente con los de
Oriente. De hecho, entregó el gobierno de Edessa a su arzobispo cristiano
armenio. La caída de Edessa conmocionó a Occidente, que se enteró en la primavera
de 1145. Este acontecimiento fue el detonante de la Segunda Cruzada, predicada
a fines de marzo de 1146 por San Bernardo de Claraval en Vézelay. El gran
místico, el hombre entonces más influyente de la Cristiandad, convenció al
emperador alemán, Conrado III, para que marchara a Oriente junto con Luis VII
de Francia. Sin embargo, Roger II de Sicilia no se sumó, debido a sus
pretensiones respecto del Principado de Antioquía, gobernado entonces por
Raimundo de Poitiers, tío de Leonor de Aquitania, esposa de Luis VII. También
hubo dificultades entre los alemanes y los normandos de Sicilia. Por todo ello,
al no poder contar con las naves sicilianas, de nuevo se recurrió a la ruta por
tierra, por el valle del Danubio.
Ambos ejércitos, el francés y
el alemán, partieron a finales de mayo de 1147, demasiado tarde. En total, unos
140.000 hombres, divididos en proporciones casi iguales: 70.000 cada cuerpo
expedicionario. No sólo hubo grandes recelos entre alemanes y franceses, sino
que también disputaron con el basileus, Manuel I Comneno. La creciente
tensión hizo que Manuel I hiciese por su cuenta, a espaldas de los alemanes, la
paz con los turcos. A mediados de octubre de 1147 llegó Conrado III más allá de
Nicea. El 25 de octubre sufrió, cerca de Dorilea, una grave derrota ante los
seljúcidas. Una semana después, los restos del ejército alemán llegaban a
Nicea. Luis tardó más en pasar a Asia. Conociendo la derrota alemana, evitó el
camino del N, bordeando la costa a través de Éfeso. Conrado intentó seguirlo, pero
hubo de regresar a Constantinopla, donde el basileus consintió, en marzo
de 1148, llevarlo con el resto de sus tropas a algún puerto cristiano en la
costa siria. En cuanto a Luis, también fue atacado por los turcos en las
gargantas montañosas antes de llegar a las llanuras de Cilicia, no lejos de
Adalia (Attalia, pequeña ciudad en la costa de Pamphilia, al S de Pisidia). El
grueso de ejército francés desembarcó en naves bizantinas en el puerto de San
Simeón, en la desembocadura del Orontes, el 19 de marzo de 1148. No eran más de
15.000 hombres. A mediados de abril Conrado y un puñado de alemanes llegaron a
San Juan de Acre, llevados también por los griegos. Otro contingente más
numeroso de alemanes habíase ya presentado el 4 de abril en Jerusalén. El enemigo
a batir era ahora el hijo de Zengi, llamado Nureddin o Nur al-Din († 15 mayo
1174), gobernador de Aleppo. Se celebró consejo entre los cristianos, pero la
confusión del mismo se debió a cuatro causas: a) el debilitamiento de la
monarquía, en manos de la regente Melisenda, madre de Balduino III, menor de
edad; b) el contraste entre el Estado cruzado y los cristianos recién llegados
de Occidente; c) las diferencias entre alemanes y franceses; d) el oscuro
recuerdo de Damasco.
A pesar de las reticencias de
muchos cristianos nativos, que consideraban el emirato de Damasco un aliado
frente a los musulmanes del N y del E, se decidió tomar la ciudad. En pleno
verano de 1148, ambos ejércitos se concentraron en Tiberíades; desde allí,
pasando por el castillo de Banias, llegaron a Damasco a fines de la tercera
semana de julio. El campamento establecióse al SO de la ciudad, con abundantes
huertos y jardines, regados por las aguas del torrente Barada, que los
cristianos controlaban. Excluyeron el N y el E, un oasis aún mucho mayor, por
carecer de tropas suficientes. El peligro de ello era que se dejaba libre la
entrada de refuerzos mahometanos por el N, desde Aleppo. El primer ataque
cristiano se produjo el 24 de julio. Al día siguiente llegaron los refuerzos
musulmanes del N, lo que permitió que la guarnición de Damasco y los refuerzos
contraatacasen los días 26 y 27. En la noche del 26 al 27 tomaron los
cristianos una disparatada decisión estratégica: levantar el campamento y
trasladarse al NE de la ciudad, para atacar desde allí los muros de la ciudad,
aunque eso suponía perder el control del abastecimiento de agua a Damasco.
Aunque el traslado evitó el envío de nuevos refuerzos desde el N, era ya
demasiado tarde. Cuando se acercaba Nureddin desde Homs, el viejo gobernador de
Damasco, Mu’in ad-Din Unur, otrora aliado del Estado cruzado, amenazó con
entregar la ciudad a los seljúcidas que se aproximaban. Conrado III y Luis VII
levantaron sus campamentos el 28 de julio. En sólo cuatro días se perdió para
siempre la Cristiandad en el Levante. La Segunda Cruzada había fracasado por
completo.
Desde 1148, el objetivo
central del Reino de Jerusalén fue impedir la conexión entre la Siria musulmana
y Egipto. Cuando esa unión se produjo, el Estado cruzado estuvo perdido para siempre.
Cuatro son las fases principales del desastre: a) unificación de Siria por
Nureddin, que se termina en 1154, cuando el caudillo seljúcida entró victorioso
en Damasco; b) la segunda fase se inicia en 1164, cuando comienza la conquista
del Egipto fatimí por Siria, fase que termina en 1174, cuando muere Nureddin,
con Egipto ya conquistado; en los doce años siguientes, Saladino se convierte
en el amo del Cercano Oriente, incluyendo Egipto, Siria y Mesopotamia; la
muerte del Reino de Jerusalén en la batalla de Hattin, a principios de julio de
1187.
Saladino logra sus fines más
por sus dotes políticas que militares. La oportunidad del poder se le presentó
sin él perseguirlo, aunque la aprovechó de inmediato. Con él, despertósele la
ambición. Reaccionaba de manera inmediata ante cualquier crisis. Era un hombre
cauto y astuto; no corría riesgos. Es difícil decir si puede acusársele en
particular de crueldad. Fue un fanático religioso anticristiano, sin piedad
ninguna con algunos, especialmente con los miembros de las Órdenes Militares.
Hallaba cierto placer en la práctica ritual de la caballerosidad. Se ha
exagerado su presunto respeto por adversarios de igual valor o poder. Pero su
característica general no era ni la violencia ni la venganza. Sus características
generales eran las de un erudito, un estudioso del Corán y de la teología
islámica. La lucha en sí le atraía poco, pero gozaba en dirigir la lucha de los
demás. Su principal característica era conocer a los hombres, y le encantaba
ejercer ese talento en forma acabada. El destino le deparó un gran papel. Mucho
le debió al nacimiento y al azar; lo demás, al cálculo. Era sincero en
proclamar su adhesión a la palabra dada. Nació en Tikrit (Mesopotamia, en el
Iraq actual), en el seno de una familia destacada de origen kurdo, en 1138, y
murió en Damasco el 4 de marzo de 1193. Su padre era Ayub (Ayyub, esto es,
Job), que estuvo al servicio de Zengi y de su hijo Nureddin.
Aquella política del Estado
cruzado respecto del Egipto fatimí, pasó a ejercer una mayor presión cuando se
decidió tomar la ciudad portuaria de Ascalón, en manos fatimíes, que cayó en
poder de Balduino III en 1153. Toda la franja costera desde Alejandreta hasta
Ascalón estaba en manos cristianas. Pero esta conquista fue baldía. El 25 de abril
de 1154, Nureddin, entonces señor de Aleppo, entró triunfalmente en Damasco. El
cerco contra los cristianos se estrechaba. A principios de 1163, al año escaso
de acceder al trono Amaury I, un visir árabe de Egipto llamado Shawar pidió
refugio en Damasco, donde prometióle a Nureddin enormes tributos si le
restituía en el poder en el califato fatimí. El visir rival de Shawar en
Egipto, llamado Dirgham, negóse a entregar el tributo tradicional a Amaury,
invadiendo éste el Delta en sept de 1163, pero la crecida del Nilo lo detuvo.
Pero al enterarse Dirgham de que Nureddin pretendía invadir Egipto, trató de
reconciliarse con Jerusalén. La invasión de Egipto estaba ya decidida. Nureddin
decidió que el ejército sirio fuera dirigido por Shirkuh, hermano de Ayub y tío
de Saladino, que entra por vez primera entonces en la Historia, al decidir
Shirkuh que lo acompañase. En mayo de 1164 fue repuesto Shawar en el poder. Al
negarse Shawar a satisfacer los tributos acordados, Shirkuh ocupó el Delta
oriental. Shawar recurrió a Amaury. La situación quedó aparentemente en empate,
´consintiendo Amaury en una tregua en Egipto. Entretanto, a fines de 1164,
Nureddin tomó el castillo de Banias, al NE del Mar de Galilea, llevándose
prisioneros al príncipe de Antioquía y al conde de Trípoli. Con los primeros
fríos de 1167, aunque Nureddin dudase, Shirkuh le convenció de volver a
intentar ocupar Egipto. En agosto de 1167, una vez más Damasco y Jerusalén
consintieron en abandonar por el momento la conquista de Egipto. Pero cuando en
nov de 1168, Amaury volvió a intentarlo, el propio califa fatimí recurrió a
Nureddin, quien se adelantó a los cristianos y envió un ejército al mando de
Shirkuh que ocupó El Cairo, esta vez de modo definitivo. Cuando Shirkuh murió a
finales de marzo de 1169, llegó la hora de Saladino. Inmediatamente fue
nombrado visir por el califa fatimí, pero Saladino ordenó que en las plegarias
de las mezquitas se incluyese a su señor, el ortodoxo Nureddin. Lo primero que
hizo Saladino fue aniquilar a la guardia personal del califa, negros sudaneses
que conspiraban contra él. Amaury, por su parte, ayudado por los bizantinos,
intentó un nuevo golpe, sitiando Damieta, al este del Delta, en oct-nov de
1169, pero el sitio no llegó a nada. A finales de 1170 Saladino tomó Gaza, pero
no pudo ocupar el castillo. En sep de 1171 se ordenaron plegarias en las
mezquitas de El Cairo por el califa sunní de Bagdad. En nov de ese año moría el
califa fatimí (chiita), Al-Adid. La revolución religiosa se había consumado a
favor de la ortodoxia sunní.
El 15 de mayo de 1174 murió
Nureddin. Saladino escribió una carta mostrando su lealtad a la dinastía de
Zengi, representada ahora en su nieto, As-Salih Ismail, el hijo de Nureddin.
Pero faltó a su palabra. El 27 de nov de 1174 entró en Damasco. El hijo de
Nureddin estaba en Aleppo, que Saladino se propuso sitiar. Antes, venció a otro
nieto de Zengi y primo del heredero, que gobernaba en Mosul. Durante 1175 y
1176, Saladino ocupóse en someter a los partidarios del hijo de Nureddin. La
lucha prolongóse hasta 1183, pero ya antes habíase proclamado rey, acuñando
moneda con su nombre (Yusuf, hijo de Ayub). La oposición seljúcida le impidió
acabar antes con el Reino de Jerusalén. También se opuso a Saladino la extraña
secta de unos fanáticos disidentes conocidos como los “comedores de haxis
(hashish)”, los Assassins (Asesinos) o Nizaríes, de donde procede el término
“asesino”. Eran chiíes ismaelitas que ocupaban el difícil terreno montañoso
entre Antioquía y Latakia (Laodicea).
[En su Historia de las Cruzadas, segunda parte, libro I, resume brevemente
Steven Runciman la aparición de esta secta de los Hashishiyun o Asesinos,
nombre con el que se conoció posteriormente a sus miembros. Durante las últimas
décadas del siglo XI el persa Hasan as-Sabah fundó y organizó este cuerpo
religioso. Hasan se había convertido a la doctrina ismaelita, de la que eran
patronos los califas fatimitas chiíes de Egipto, y se hizo un adepto de la batanya, su ciencia esotérica. Sus
miembros constituyeron una orden, unida por obediencia estricta a él como gran
maestre, que la utilizó para fines políticos, dirigida contra los califas
abasidas de Bagdad, a cuya legitimidad se enfrentó, y de manera particular
contra sus amos seljúcidas. Su principal arma política era la que sus
seguidores llamarían asesinato. En 1090 Hasan estableció su cuartel general en
la región de Khorassan, en la inexpugnable ciudadela de Alamut, el Nido del
Águila, muy cerca del sur del Mar Caspio, al N del actual Irán. A principios
del siglo XII fundáronse logias de Asesinos en Siria. Tancredo de Antioquía, el
sobrino de Bohemundo de Tarento, beneficióse de la política de los Asesinos
durante unos años. Los Asesinos comenzaron a actuar en Siria en 1103].
El 11 de junio de 1174 había
muerto el rey Amaury I. Le sucedió su hijo Balduino IV, el rey leproso, todavía
un niño de trece años. La monarquía cristiana de Jerusalén se encontraba en una
situación de gran debilidad. El 25 de nov de 1177, Saladino intentó
infructuosamente apoderarse de Ascalón. En 1178 derrotó a los cristianos en
Hamah, llevando a cabo una matanza de los prisioneros cruzados. En 1179 hizo
prisioneros a grandes jefes cristianos, incluido el rey leproso, obteniendo por
sus rescates enormes sumas. El 12 de junio de 1183 se hizo con Aleppo. En la
primavera de 1186, después de que toda Mesopotamia lo aceptase como soberano,
estaba preparado para el ataque definitivo. Sus dos mayores enemigos eran
Reginaldo (Reinaldo, Renaud) de Châtillon y el Gran Maestre de los Templarios.
Reginaldo, nacido hacia 1120, llegó a gobernar Antioquía, estuvo dieciséis años
prisionero en Aleppo, y, una vez libre, se casó con la heredera de la baronía
de Transjordania y se convirtió en señor del Kerak de Moab. Al morir Balduino
IV el 16 de marzo de 1185, su sucesor, su sobrino Balduino V, murió muy pronto,
en agosto de 1186, siendo todavía un niño. Entonces, los grandes señores
eligieron como rey a Guy de Lusignan, segundo esposo de Sibylle, hermana del
rey leproso y madre de Balduino V. Los principales apoyos de Guy fueron Renaud
de Châtillon y el Gran Maestre de los Templarios.
A principios de 1187, Renaud
de Châtillon atacó una gran caravana que se dirigía a La Meca, haciendo
prisionera (quizás fue en otro ataque) a la propia hermana de Saladino, cuyo
odio encendióse con reavivada fuerza. En junio de 1187 Saladino logró reunir un
ejército de unos cien mil hombres, doce mil de ellos armados completamente y
protegidos por cotas de mallas. Los cristianos sólo dispusieron de un total de
quince a veinte mil hombres, de los que sólo 1.200 o 1.500 eran caballeros, y
eso desguarneciendo las fortalezas.
El 2 de julio de 1187, los
cristianos estaban en los manantiales de Saffuriya (Saffūriyya), unos 25 km en
línea recta al oeste del Mar de Galilea y de la ciudad de Tiberíades. De las
dos posibilidades que había, se desechó la de Raimundo de Trípoli de refugiarse
en San Juan de Acre. El rey, Renaud de Châtillon y el Gran Maestre de los
Templarios decidiéronse por avanzar hacia el este, donde estaban acampados los
mahometanos. Pusiéronse en marcha al amanecer del 3 de julio. En la madrugada
del día 4 ya había comenzado el movimiento envolvente de los musulmanes, muy
superiores en número. Guy de Lusignan plantó su tienda roja en el lugar
conocido como los cuernos de Hattin, dos protuberancias rocosas en una pradera
no muy empinada desde la que se divisa el Mar de Galilea, a unas cinco millas
de la ciudad de Tiberíades. La batalla de Hattin, durante la mañana del 4 de
julio de 1187, supuso una completa derrota para los cristianos, que sufrieron
un espantoso aniquilamiento. Ese campo de Hattin, que debería ser el más famoso
del mundo, en palabras de Belloc, vio caer la Cruz ante el islam. Raimundo de
Trípoli logró escapar a Tiro, a unos 80 km, conservando este puerto que resultó
decisivo en la Tercera Cruzada. Saladino mató con sus propias manos a Renaud de
Châtillon, de igual modo que hizo asesinar a todos los caballeros templarios y
hospitalarios hechos prisioneros. A Guy de Lusignan le perdonó la vida: “Los reyes
no matan a los reyes”, le dijo. Toda Tierra Santa cayó, con Jerusalén a la
cabeza y todos los puertos menos el de Tiro. En los primeros días de octubre de
1187 todo había terminado. Desde entonces jamás ha vuelto a estar Jerusalén en
poder de los cristianos.
Málaga, 21 de junio de 2018, festividad de San Engelmond, monje benedictino inglés, evangelizador de Frisia, fallecido hacia 739.
Málaga, 21 de junio de 2018, festividad de San Engelmond, monje benedictino inglés, evangelizador de Frisia, fallecido hacia 739.