Tomás García Asensio: color y estructura
ENRIQUE CASTAÑOS
Ya que el color
ocupa lugar tan destacado entre los fenómenos naturales primarios, llenando con
portentosa variedad el sencillo círculo que le está asignado, no sorprenderá el
hecho de que en sus manifestaciones elementales más generales, sin ninguna
relación con la naturaleza o configuración del cuerpo en cuya superficie lo
percibimos, produzca sobre el sentido de la vista, al que pertenece, y por su
medio sobre el alma humana individual, un efecto específico y en combinación un
efecto ya armonioso, característico, ya no armonioso, pero siempre definido y
significativo que se radica íntimamente en la esfera moral. Por lo que el
color, considerado como elemento del arte, puede ponerse al servicio de los más
altos fines estéticos.
Johann
Wolfgang Goethe. Esbozo de una teoría de los
colores, 1810-20.
Al comienzo de su hermosa
traducción del Esbozo de una teoría de
los colores de Goethe, escribe Rafael Cansinos Asséns unas a modo de
palabras preliminares acerca de la idea general de esta obra clásica de la
literatura artístico-científica en las que califica como una suerte de juego la
actividad investigadora en los dominios de la Física, especialmente el análisis
sobre la naturaleza de la luz y del color, a que en sus ratos de ocio poético
solía entregarse el sabio de Weimar. Un juego, a pesar de la «paciencia
verdaderamente teutona» con la que contrastaba teorías y comprobaba
experimentos anteriores, al que se abandonaba con auténtico y candoroso
«entusiasmo infantil», el mismo que le hacía ir de manera intermitente de un
quehacer a otro, pues todos ellos eran para él un juguete con el que entretener
el tiempo en este universo de apariencias[1].
Si he creído
oportuno empezar esta presentación recordando algunas particularidades de la
exploración científica de Goethe en torno al cromatismo, es porque el rigor y
la tenacidad con que desde hace más de treinta años Tomás García Asensio lleva
sumergido en la investigación del color, tampoco están exentos de ese profundo
sentido lúdico que a veces caracteriza las empresas artísticas e intelectuales.
De hecho, el último episodio de esta apasionante aventura lleva precisamente
por título Juego de lenguaje cromático,
donde, junto a las combinaciones de color propuestas, sin duda el núcleo
esencial de la investigación, también hay una original reflexión paralela sobre
los borrosos límites que a veces existen entre la pintura y la escultura. Pero
antes de desvelar su contenido, se hace necesaria una remembranza de los
principales jalones que han configurado la trayectoria de su autor hasta el presente.
Nacido en
Huelva en 1940 y residente en Madrid desde 1959, donde en 1966 finalizó sus
estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, García Asensio
participó por primera vez en una exposición en 1965, y desde entonces ha
realizado alrededor de una decena de individuales y ha sido incluido en las
mejores colectivas de arte normativo español, término genérico con el que
suelen denominarse las experiencias desarrolladas en el campo del
constructivismo y de la abstracción geométrica. Uno de los capítulos más fructíferos
de su carrera fue su paso durante los cursos 1968-69 y 1969-70 por el seminario
de Generación Automática de Formas Plásticas del Centro de Cálculo de la
Universidad Complutense de Madrid (CCUM), creado en diciembre de 1968 por el
matemático Ernesto García Camarero. La primera noticia de la existencia del
seminario —cuyos fines primordiales
eran el análisis y debate teórico de la compleja relación entre la creación
artística y la computadora, haciendo dejar patente, en palabras de García
Camarero, «que lo esencial del ordenador era la información como soporte de
conocimiento», esto es, «que la máquina podía sustituir al hombre en los
procesos de control y ahorrarle la fatiga del trabajo mental repetitivo y
mecánico, colaborando también en las tareas de creatividad»[2]— la tuvo García Asensio en un coloquio que
se celebró a propósito de una exposición compartida con Manuel Quejido en 1969
en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de
Madrid, organizada por el pintor Julián Gil. Invitado entonces a participar en
las reuniones del seminario por F. Javier Seguí de la Riva, su incorporación fue
inmediata, prolongándose hasta el verano de 1970, en que se trasladó a Puerto
Rico y donde permaneció tres años[3].
Los trabajos de
García Asensio en el seminario se centraron desde el principio en la investigación
sobre el tratamiento automático del color, tarea consecuente con la preocupación
por las relaciones cromáticas que desde hacía tiempo le embargaba. Aunque sólo
pudo culminar una fase de la experiencia, fue suficiente para probar su
convicción de que semejante tarea era posible. Las conclusiones preliminares de
sus pesquisas fueron publicadas en el Boletín del CCUM, en un artículo titulado
«Esquema de un estudio para el tratamiento automático del color». En él trata
de «sugerir la posibilidad de establecer un sistema de exploración del color
bajo el punto de vista de las artes plásticas y de un modo automático,
utilizándose unos criterios y unos principios adecuados al cálculo en un
computador. Se aspira, además, a que este sistema facilite tanto la generación
como el análisis de las obras»[4].
El estudio
comprendía dos temas claramente delimitados. El primero propone unas normas
que, «con un mínimo de elementos, unos valores objetivos y unos sistemas
combinatorios muy simples», permitan «abarcar toda la casuística del color». A
tal fin, García Asensio, basándose en algunas consideraciones previas de
carácter general relativas al modo de percibir los colores el ojo humano[5], elaboró una escala de
valores cromáticos convencionales, de modo que pudiese confeccionarse un
programa para su aplicación automática en un ordenador. Teniendo en cuenta que
la gama claro-oscuro de los colores tiene dos extremos, uno de máxima
luminosidad que es el amarillo y otro de mínima luminosidad que es el azul,
estando comprendidos entre uno y otro todos los valores imaginables, el
programa contemplaba desarrollar esta gama claro-oscuro por dos vías, para que
comprendiese también todos los tonos. Una de esas vías era directa del azul al
amarillo a través de los verdes, y la otra vía era indirecta a través del rojo,
estableciéndose así una gradación de luminosidad que tendría dos colores por lo
menos para cada valor. Los colores estaban expresados por letras: R para el
rojo, A para el amarillo y Z para el azul, mientras que las valoraciones eran:
9 para A, 1 para Z y 5 para R. Para dotar al sistema de mayor flexibilidad,
cada color se consideraba integrado por seis elementos:
Rojo ideal 6R = 30
Amarillo ideal 6A = 54
Azul ideal 6Z = 6
A título de ejemplo, así es
como quedaban anotados estos doce colores:
Bermellón 5R+A = 34 Verde esmeralda 4Z
+2A = 22
Carmín Z+5R = 26 Azul turquesa 5Z+A = 14
Naranja 3R+3A = 42 Azul ultramar R+5Z = 10
Amarillo cadmio 5A+R = 50 Malva 2R+4Z = 14
Amarillo
limón Z+5A = 46 Violeta 3R+3Z = 18
Verde vegetal 3A+3Z = 30 Púrpura 4R+2Z
= 22
|
El ejemplo
adjunto no está traducido a lenguaje de máquina, pero según García Asensio «es
susceptible de ser transformado con gran facilidad, estableciéndose un sistema
operativo para relacionar tonos y valores, donde todos los colores y matices
puedan ser relacionados por un sistema de tres elementos, sometidos a unas
leyes programadas y que se puedan procesar automáticamente»[6].
El segundo de
los temas tratados en el artículo, supuestamente destinado, aunque no se indica
de modo expreso, a su procesamiento informático, analizaba los tres tipos de
situaciones cromáticas de la visión humana: monocromáticas, bicromáticas y
tricromáticas, las cuales originan, respectivamente, 6 situaciones intermedias
(una entre cada dos de los seis colores puros, tres primarios y tres secundarios),
15 situaciones cromáticas de efecto hasta cierto punto independiente de cada
uno de los que integran la pareja y 19 casos de seis colores tomados de tres en
tres y en cualquier orden entre sí, situación esta última que ya resulta demasiado
compleja para un cálculo espontáneo[7].
El resultado práctico de
estas investigaciones fue conocido públicamente por primera vez en las dos
principales muestras colectivas organizadas por el CCUM, Formas computables, en junio de 1969, y Generación automática de formas plásticas, en junio de 1970. En el
catálogo de la segunda de ellas se incluía un breve texto de García Asensio en
el que daba cuenta precisa del trabajo desarrollado:
Para
hacer estas obras se ha utilizado el computador como medio auxiliar que
averigua la composición de los colores que intervienen en un cuadro y la extensión
de las áreas de color en función de su luminosidad. Para resolver estos
problemas, el computador está dotado de una memoria que contiene una teoría
general de los colores, acomodada a su mentalidad,
y una carta de 48 colores. Referido a esta memoria se ha elaborado un programa[8] particular, de tal modo
que el valor de iluminación de los colores tiene repercusión en la forma y en
el tamaño. Se le suministran datos que son el valor de iluminación de los
colores que han de intervenir, y calcula la composición de esos colores a
partir de los 48 de la carta y su extensión en el cuadro, suministrándonos una receta con todos los datos precisos para
construir la obra. La razón de su utilidad es que se puede hacer el proyecto de
una larga serie de cuadros evitando semanas de cálculos y ocupando a la máquina
muy pocos minutos. En calcular cada uno de estos dos cuadros expuestos ha
empleado 50 segundos, evitándonos unas 60 operaciones aritméticas en cada uno
de ellos.
Una vez dejado
el seminario del CCUM, donde tanto él como José Luis Gómez Perales fueron los
artistas que más se habían distinguido en la investigación del color con el
auxilio de la computadora, García Asensio prosiguió su trabajo con medios ahora
exclusivamente manuales, que es como lo ha seguido haciendo hasta la
actualidad. Sin embargo, todavía participó en otras dos exposiciones
consagradas al arte cibernético, aunque en ambos casos las obras mostradas
formaban parte de los resultados obtenidos en la investigación llevada a cabo
en el CCUM. Se trata de las colectivas The
computer assisted art, celebrada entre marzo y abril de 1971 en el Palacio
de Congresos y Exposiciones de Madrid con ocasión de un Simposium europeo sobre
diseño por ordenador organizado por IBM, y Formas
computadas, celebrada en mayo de ese mismo año en la sala que el Ateneo de
Madrid tenía en la calle Santa Catalina, organizada por el CCUM y última de las
exposiciones dedicadas a exhibir los trabajos realizados por los miembros del
seminario de Formas Plásticas. A partir de entonces, su interés cada vez se
orienta más en la elaboración de una especie de gramática para un lenguaje
cromático que ya existe. La necesidad de establecer un sistema ordenado que
sirva de referencia a la totalidad de combinaciones cromáticas posibles,
permitiendo la clasificación de las composiciones realizadas y facilitando la
creación de otras nuevas, es consecuencia de la extraordinaria complejidad
combinatoria, en sí misma caótica, de que son susceptibles las composiciones
con colores puros[9].
De otro lado, el creciente prestigio de su obra entre los restringidos pero
conspicuos círculos españoles adscritos a la corriente normativa —que desde mediados los setenta y durante los
ochenta sufre los fortísimos embates de la neofiguración, situada ahora en una
posición de privilegio por las preferencias que hacia ella muestran galeristas,
críticos y público— explica que sea
invitado a participar en las más influyentes exposiciones dedicadas a partir de
mediados los setenta a difundir los trabajos de esa tendencia en España, desde
la hoy mítica Forma y medida en el arte
español actual, realizada en Madrid, en 1977, en las salas de la Dirección
General de Bellas Artes, hasta Propuestas
objetivas, organizada por la Comunidad de Madrid en la galería Fernando Vijande
en mayo de 1985, y Arte geométrico en
España 1957-1989, organizada por el Ayuntamiento de la misma ciudad en el
Centro Cultural de la Villa en abril de 1989.
Tomás García Asensio. Esquema de las estructuras cromáticas.
En todo este
tiempo, la obra de García Asensio consolidará la subordinación de la estructura
de sus composiciones al color, que es el verdadero protagonista de los cuadros.
No sólo la estructura, sino también el soporte, la técnica y la textura ocupan
una posición secundaria frente al colorido. La estructura, que la hay, se
presenta no tanto como forma geométrica cuanto como forma cromática que,
ineluctablemente, se halla contenida en una forma espacial. De ahí el estrecho
parentesco teórico de estas composiciones con las de la serie Homenaje al cuadrado que el pintor
alemán Josef Albers comenzó a realizar en los Estados Unidos en 1949. Junto a
su interés por el control y el orden, ha explicado Anna Moszynska, lo que
Albers exploró fundamentalmente en estos cuadros fue las interrelaciones de
color. A través de unos medios tan simples como eran colocar un cuadrado de
color definido dentro de otros, Albers inspiró una conciencia de espacio
tridimensional[10]
que sin duda está en el origen de la investigación posterior de García Asensio
y sus actuales pinturas que parecen esculturas. Sobre esta cuestión, en el
catálogo de la mencionada colectiva en Fernando Vijande, dice el pintor: «En
mis cuadros, las formas espaciales son subsidiarias de las cromáticas. Su
aspecto geométrico es debido a que al referirse a planteamientos muy generales,
es decir, muy poco particulares, son simples y desprovistos de cualquier clase
de accidentes que pudieran distraer y restar eficacia al desarrollo cromático»
(aun en el caso de que las consideremos como formas geométricas, y en cierto
sentido evidentemente que lo son, sería muy difícil hablar en ellas de
geometría, ya que carecen de uno de los ingredientes esenciales de ésta: la
formulación de teoremas, si bien responden a una lógica interna y casi puede hablarse
de leyes objetivas[11]). La forma geométrica,
además, viene a decirnos entre líneas García Asensio en esta última e
importante cita, es, por su propia naturaleza, «irrepresentativa», esto es, no
representa nada, o, si se quiere, sólo se representa a sí misma. En un autor
cuya preocupación esencial es la forma cromática pura y la interrelación que se
produce entre los colores, es por tanto perfectamente natural que recurra a un
tipo de forma, la geométrica (o la espacial con aspecto geométrico), que evite
cualquier interferencia externa.
Este carácter
«irrepresentativo» de las composiciones de García Asensio nos conduce, de otra
parte, a la siempre espinosa y difícil cuestión del realismo en pintura.
Convencionalmente se admite que la pintura es tanto más realista cuanto más
evoque o se asemeje el objeto representado al objeto real en el que se inspira.
Ahora bien, en rigor, para decirlo en palabras de nuestro autor, «un objeto que
represente es una realidad que evoca otra realidad distinta. Un objeto que no
represente nada es una realidad en sí misma»[12], esto es, una realidad real. De ahí, a pesar de lo
incomprensible que pueda resultar para muchos, sobre todo para quienes se
hallan cómodamente instalados en los tópicos y lugares comunes, los términos
«concreta», «objetiva» y otros parecidos con que suele denominarse a la pintura
abstracto-geométrica. En ella referente y signo, medios y signos coinciden: «En
la pintura abstracta y sin objetos los medios se convierten en portadores de
signos y los signos, en el fondo, sólo designan los medios, pero no significan
nada […] Trátase pues aquí de un auténtico mundo correal, estético, de signos
[…] Una moderna pintura abstracta y sin objetos, para alcanzar efectivamente la
realidad y hacer que se verifique el arte como proceso ontológico, exige el
limitarse al color y a la forma. Evidentemente, con mucha razón hablaba
Mondrian, refiriéndose a sus pinturas, de la true vision of reality, y Kandinsky, con gran seguridad teórica,
hacía notar “que los elementos realistas de nuestro período no sólo son equivalentes
a la abstracción, sino que son idénticos a ella”»[13].
Los cuadros de
la citada exposición en el Palacio de La Madraza en Granada, realizados
exclusivamente como ejercicios de interacción armónica de los colores,
prefiguran en muchos aspectos la muestra que ahora se exhibe en Málaga, sobre
todo por el análisis que contenían del carácter suave y dramático de las
armonías de afinidad y de contraste, así como por el análisis de los rasgos
cromáticos que determinan las armonías: claridad-oscuridad, calidez-frialdad y
nitidez-turbidez. No obstante, el antecedente más inmediato de Juego de lenguaje cromático es la
exposición que con el título de Estructuras
cromáticas realizó García Asensio la primavera pasada en el magnífico espacio
de la Pescadería Vieja de Jerez de la Frontera. Con ocasión de ella escribió el
pintor para el catálogo un pormenorizado texto donde daba cuenta precisa de su
investigación y en el que describía con detalle cada una de las 14 piezas
expuestas. Ahora también lo ha hecho, por lo que sólo subrayaré que, en total,
se trata de 64 combinaciones expresadas en 36 figuras a partir de seis colores,
los tres primarios (rojo, amarillo y azul) y los tres secundarios (violeta,
naranja y verde). Como todos los juegos de lenguaje, según la clásica definición
de Wittgenstein recordada por García Asensio en su texto de presentación de la
muestra, nos encontramos ante un sistema organizado de signos, esto es, sujeto
a las reglas de juego propias del sistema. El espectador podrá conocer o no
estas reglas, aunque parece razonable pensar que su conocimiento hará aumentar
su fruición estética. Al mismo tiempo, las piezas que componen este juego de lenguaje
cromático también nos hablan del carácter cognoscitivo que en sí posee el arte
y de la verdad intrínseca que tienen los signos estéticos, un modo de
conocimiento y un concepto de verdad que si bien no gozan del prestigio del
conocimiento y de la verdad científica, no por ello son menos verdaderos y esenciales
para la vida de los hombres. Cuando el gran historiador vienés Ernst H.
Gombrich se quejaba recientemente de los pobres resultados del arte frente a la
ciencia en un balance global de las conquistas logradas por la humanidad en
este siglo que declina, habría que recordar el relativismo del conocimiento
científico y la fundamentada crítica a esa pretendida autoridad sacrosanta de
la ciencia realizada por una extensa nómina de pensadores, desde Nietzsche a
Feyerabend[14].
De los colores,
en último lugar, y con esto enlazo con las palabras de Goethe que encabezan
estas líneas, no sólo se obtiene, como de manera inigualable explicó Kandinsky
en el capítulo quinto de De lo espiritual
en el arte, «un efecto puramente físico», esto es, una fascinación derivada
de la belleza y calidades del color, sino también, y sobre todo, «un efecto
psicológico», causante de una poderosa «vibración anímica». «En general —dice el padre de la abstracción—, el color
es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma». Estoy
convencido que Tomás García Asensio ha logrado en esta maravillosa exposición
tan noble y elevado propósito.
Publicado en el catálogo de la individual dedicada a Tomás García Asensio, en el Centro Cultural Provincial de Málaga, en la primavera de 1999.
[1] Véase, CANSINOS ASSÉNS, R.:
«Prólogo al ‘Esbozo de una teoría de los colores’», en GOETHE, J. W.: Obras Completas. Madrid, Aguilar, 1950,
tomo I, páginas 421-425.
[2] GARCÍA CAMARERO, E.: «El
ordenador y la creatividad en la Universidad de Madrid a finales de los
sesenta», en el catálogo de la exposición Procesos,
celebrada en el Centro de Arte Reina Sofía. Madrid, Ministerio de Cultura,
1986, página 177.
[3] Véase, GARCÍA ASENSIO, T.:
«Aproximación a un intento de informatizar la plástica». Trabajo inédito
presentado para el curso monográfico de doctorado Concepto, estructura y posibilidades de un museo moderno, dirigido
en la Universidad Complutense de Madrid por el Dr. Luis Alonso Fernández
durante el curso 1985-86.
[4] GARCÍA ASENSIO, T.:
«Esquema de un estudio para el tratamiento automático del color», en Boletín n° 11, CCUM, abril de 1970,
página 3.
[5] Estas consideraciones eran
de dos clases: de un lado, ponían de relieve el conflicto que surge al percibir
los colores el ojo humano, ya que no existe equivalencia entre frecuencia de la
onda luminosa e impulso nervioso, debido a que la frecuencia de la luz es de
millones de ciclos por segundo y el número máximo de impulsos del nervio óptico
de algo menos de mil ciclos por segundo (el espectro visible está integrado por
una gama escalonada de longitudes de onda, correspondiendo a cada color unos
valores comprendidos entre dos extremos: un valor mínimo para el violeta,
inferior a 0’42 µ, y un valor máximo para el rojo, fijado en 0’80 µ); de otro
lado, hacían referencia a los conocidos estudios del científico británico
Thomas Young (Milverton, Somersetshire, 1773 - Londres, 1829), quien supuso al
ojo humano provisto de tres elementos
especializados en la recepción de los colores, capaces de fundirlos y percibir
así la gama correspondiente a todo el espectro. «Primero pensó —escribe García Asensio— que estos colores matrices eran el rojo,
amarillo y azul. Pero como comprobara luego que obtenía sobre una pantalla
blanca el blanco por la proyección no de estos, sino de otros tres, sustituyó
los primeros por los segundos, que son verde, rojo y azul, y consideró el
amarillo resultado de la mezcla en el ojo del verde y del rojo. Por lo tanto
nos encontramos con dos tricromías: rojo-amarillo-azul y rojo-verde-azul, que corresponden
a dos tipos de mezclas». Ibídem, página 4.
[6] Ibídem, página 6.
[7] Ibídem, páginas 6-7.
[8] El programador fue Martín
Sánchez Marcos.
[9] Véase el texto del propio
García Asensio en el catálogo de la colectiva Real(ismo)real, itinerante patrocinada por la Caja Postal de
Ahorros en 1982-83.
[10] Véase, MOSZYNSKA, A.: El arte abstracto. Barcelona, Destino,
1996, páginas 147-148.
[11] Así lo reconoce el mismo
García Asensio en el texto de presentación que escribió para el catálogo de su
importante individual en el Palacio de la Madraza de Granada, celebrada en
octubre de 1997.
[12] Ibídem.
[13] BENSE, M.: Estética. Consideraciones metafísicas sobre
lo bello. Buenos Aires, Nueva Visión, 1973, páginas 53-54.
[14] Sobre este interminable
debate acerca del conflicto entre ambos modos de conocimiento, véase, GARCÍA
ASENSIO, T.: «El conocimiento estético», en Derecho
y opinión, números 3-4, Universidad de Córdoba, 1995-96, páginas 467-471.
La opinión de Gombrich fue expresada en unas declaraciones al diario La Vanguardia de Barcelona y ha sido
ampliamente comentada por Rafael Argullol en el artículo «El gigante cojo»,
diario El País, 17-XII-1998.
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