La Catedral de Chartres como Jerusalén celeste
La catedral de Chartres es una de las
construcciones más extraordinarias de la arquitectura occidental, y, junto con
las catedrales de Reims y Amiens, la más alta expresión artística, cultural y
espiritual del gótico clásico o alto gótico en Francia, casi completamente
coetáneo con el reinado de San Luis (1226-1270). Comenzada en 1194, no
conocemos el nombre del maestro que la diseñó, aunque muy probablemente pudo
estar grabado en el esquema central de seis lóbulos alrededor del cual gira
concéntricamente una figura circular con forma de laberinto inscrita en el piso
de la nave central, firma del arquitecto y simultáneo homenaje a Dédalo,
constructor del legendario laberinto del Palacio de Minos y antepasado de todos
los grandes arquitectos de Occidente.
Las revolucionarias soluciones arquitectónicas
empleadas por este maestro anónimo han sido ponderadas por el historiador Hans
Jantzen: sistema tripartito de articulación del muro de la nave central, con
arcada, triforio y claristorio; pilar acantonado para el apoyo de la arcada;
bóveda de nervaduras de cuatro entrepaños, con lo que se obtiene una
distribución uniforme de las líneas de empuje sobre el muro de la nave central;
articulación uniforme del muro mediante columnillas verticales, que unen el
nivel de las arcadas con la bóveda.
Otto von Simson, Erwin Panofsky, Hans Sedlmayr,
Paul Frankl y el citado Jantzen se han referido a la importancia de la luz en
la catedral gótica clásica, siendo la de Chartres el único caso en el que se ha
conservado casi intacta, por la permanencia de las vidrieras coloreadas, la luz
de la época en que se construyó. Una luz que no es natural, sino sobrenatural.
Una luz transparente que atenúa hasta tal punto la fuerte plasticidad de la
estructura arquitectónica que la pared de la nave mayor se percibe como un
«muro iluminado con luz propia».
La pared, pues, como «estructura diáfana», es
decir, como una particular relación óptica entre la plasticidad del muro y las
partes del espacio que le sirven de fondo, un fondo que puede ser oscuro o un
fondo de luz coloreada, presentándose los límites espaciales como algo
inasible, fluido, que ha llevado a Frankl a hablar de una fusión en una masa
espacial única entre la nave central y las laterales, esto es, de una absoluta
interpenetración de espacios.
También es del más alto interés la correspondencia
señalada por Panofsky entre la escolástica y la catedral gótica clásica:
principio regulador de la manifestatio
(clarificación) / principio de transparencia; principio regulador de la concordantia / soluciones
arquitectónicas obtenidas al precio de la reconciliación de posibilidades
contradictorias. Estas soluciones se refieren aquí sobre todo al esquema de la
planta de Chartres: basílica compuesta por una nave tripartita, crucero
tripartito que desborda claramente la nave pero que se asienta en una especie
de antecoro pentapartito, presbiterio concéntrico compuesto por girola y
capillas radiales, dos torres en la fachada.
Otras tres esenciales correspondencias no pueden
ser olvidadas: entre la Summa
escolástica como totalidad del saber y la catedral gótica clásica como
encarnación de la totalidad del saber cristiano, teológico, moral, natural e
histórico; entre la organización de los escritos escolásticos siguiendo un
esquema de partes y de partes homólogas y la división y subdivisión uniforme de
toda la estructura de la catedral; entre el principio de «distinción y
necesidad deductiva» de la literatura escolástica y el imperativo del gótico
clásico de que los elementos individuales, pese a su unidad indisociable,
proclamen su identidad y se mantengan claramente separados unos de otros.
En su riguroso y extenso artículo de su Dictionnaire raisonné sobre la
«construcción medieval» (1859), se refiere Viollet-le-Duc a la flexibilidad,
libertad, inquietud, ingeniosidad y modernidad de las soluciones arquitectónicas
del gótico, así como a la sutileza, capacidad de razonamiento y avidez de
introducir novedades por parte de estos magníficos constructores, que, «si
hubieran tenido a su disposición el hierro de fundición en grandes piezas,
habrían adoptado enseguida este medio seguro de obtener apoyos muy delgados y
rígidos, y quizás los habrían empleado con más destreza que nosotros». Frente a
este «funcionalismo», aunque sin contradecirlo expresamente, Panofsky prefiere
hablar en el gótico clásico de un «racionalismo» entendido como «lógica
visual», ilustración del nam et sensus
ratio quaedam est de Santo Tomás de Aquino
(«en efecto la razón es una con el sentido»).
Chartres es la más incomparable expresión de una nueva
forma de espiritualidad y de comunicación del hombre con Dios, que quiere
contemplar sobre todo el misterio central de la Santa Misa: la consagración y
la elevación de la Sagrada Forma. Construcción que se eleva a las alturas,
ingrávida, donde no hay un antagonismo natural entre apoyo y peso, porque todo
el sistema de apoyos se ha trasladado al exterior. Representación de la Civitas Dei, de la Jerusalén celeste,
según la visión del Apocalipsis de
San Juan (21, 2 ss.). Ascensión del mundo material (ecclesia materialis) al
inmaterial (ecclesia spiritualis), como acertadamente puso por
primera vez en práctica el abad Suger en Saint-Denis, siguiendo ese método de
aproximación anagógica del Pseudo-Dionisio Areopagita.
© ENRIQUE CASTAÑOS
Publicado en el diario
SUR de Málaga el 10 de diciembre de 2004
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